Retrato de un despertar

 Tirada, al resguardo de la frazada. Este otoño llegó crudo, en un parpadeo los árboles son alambre y las veredas tienen alfombras. Apago el despertador antes de que suene. ¿Cuándo inventarán un levantador? Eso sería mucho más útil, porque una vez levantada es obvio que voy a despertarme, pero no viceversa. Todas las mañanas es similar: la cama me absorbe. Quiero deshacerme de ella, late una voluntad entre toda esta pesadumbre cómoda y bastante patética que tienen las mañanas ojerosas. Si me callo por dentro, hasta se escucha un poco. Un susurro, el roce de mis órganos al moverse. Son increíbles, tengo algunos que nunca descansan. Algo tiembla y empuja todo lo que encuentra a su alrededor. Se llama: fuerza centrífuga.
 Antes de poder hacer algo al respecto, se me salen los tímpanos. Conservo los ojos, de suerte, porque mi párpados seguían bien cerrados. Ahora ya no puedo ver, en cambio escucho de más. ¿Y cómo voy a protegerme de la desinformación? Bueno, ojos que no ven, corazones que... Me pesa el cuerpo, se me oprime el pecho. Es el paso previo a que todo reviente. Tengo que hacer algo cuanto antes. Quizá cambiar de lugar, salir de la cama que me atrapa cada vez con más fuerza, con su frazada hermética que me roba el aire y lucha con mis manos, que van perdiendo una a una sus uñas mientras tratan de desgarrarla. Pateo. La fuerza no sé de dónde salió, creo que fue un acto reflejo, un flaco perplejo, un corto ajetreo, un faro, un catalejo. El colchón está húmedo e intuyo que rojo de mí, aunque no puedo verlo porque no me animo a abrir las puertas de mis ojos, no vaya a ser...
 Tengo que pararme, tengo que parar mi cuerpo y hacer algo con esto que empuja desde adentro y que me retuerce desde el ombligo hasta el espíritu. Para tomar el impulso definitivo respiro lo más hondo que puedo, degusto el aire impuro, filtro los gases vitales, expulso el resto recitando un mantra espontáneo y liberador, las palpitaciones aumentan, la presión de las sábanas amenaza con asfixiarme, la almohada aprovechó mi descuido para cazarme del poco pelo que me dejaron los años y estoy por levantarme cuando suena de nuevo el despertador, que nunca va a verme levantarme.

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