El capítulo que le sigue

No me alcanza con tu nombre o tu signo zodiacal. Ni con tu banda favorita, ni tu color de voz. Yo quiero el combo completo. Tomame como una desempleada cama adentro, un parásito, como todo ser humano. Quiero conocer los monstruos que te habitan, saber qué muela te falta, enfrentarme a tus peores mañas. Hasta ahora sólo supe de tus fortalezas, que sin dejar de resultarme encantadoras, se quedan cortas. Porque lo que yo quiero es descubrir el capítulo que le sigue al "comieron perdices". Creo que nadie lo quiso publicar porque se dieron cuenta que su prosa no estaba a la altura de las circunstancias.
 Estamos en ese escalafón, un poco escalofriante, donde la inundación de mariposas. Lo que pasa es que me aburre ese cuento; estoy buscando el otro. Todavía no puedo dibujar la comisura de tu sonrisa con los ojos cerrados, ni sé con qué condimentás las ensaladas, ni cómo es tu cara de bondi a hora pico. Esos sí son datos, determinantes, tangentes, accidentes geográficos incandescentes. Asimismo son minucias, y estoy convencida de que el amor que profeso sólo se encuentra ahí donde acaba la cascada.
 Advierto que vas a tener que tener espalda porque vivo desajustándome, carcajeando y maldiciendo, sinceramente. No pienso correr la mirada. No voy a permitirte reprimir ni lágrimas ni capuccinos. Voy a ser corrosiva, tenaz e impertinente, en resumen: insoportable. Me atrevo porque con esa caricia me conferiste autoridad, en un sentido positivo de la palabra. Hablo de un poder, una injerencia sobre tu trascendencia que a la vez me pone en riesgo, totalmente al descubierto. Ése es el juego que propongo. Para no morir, no dejarse aquietar, no bajar la guardia.
 Ojalá también.
 También estoy asustada, así que dejo la luz prendida.

(https://www.youtube.com/watch?v=Bj9ewSx1ows)

Un día en un planeta - Transcripción de un cadáver exquisito

  Esa mañana amaneció con un árbol de palta incrustado en la cabeza que explota, que se desenrolla ante canciones de planetas unimultiultrasensosacionales que entran en nuestras venas, que nos transportan a climas de los ochentas, cuando Cindy no se animaba a salir del closet, y después la sequía atragantada, la pena, atragantado el mar, que deja campo libre a una embarcación de papel que carga infinitamente con la misma historia, todos los dueños recurrentes, sanguijuelas del pasado que no fue. Y fueron aquellos lagrimares botones que dejaron ya de fugarse en miradas a los extraños que buscan mesas en cualquier bar ridículo. Y entonces apareció el Aguilucho, rígido y majestuoso, a robarles lo poco que les quedaba de las historias sagradas. Claro, las últimas palabras.

(http://unplaneta.bandcamp.com/album/un-p-l-n-e-t)