La visita

 Acomódese donde quiera... Está un poco desordenado, espero no le moleste. ¿Mate? Ah, cierto... En fin, sé por qué vino, ¿se supone que debo pronunciarme al respecto? No me llega, dispénsenme: no lo termino de entender. Habré de sonar egoísta tal vez, pero no es más que la verdad. Siento el asunto como si... No, mejor dicho, no siento el asunto. Estos años -que fueron unos pocos días- trajeron consigo una barrera, una coraza hecha de olvido, o de recuerdo insensible. Le repito que a mí todo esto no me llega, aunque me toque de cerca, las estaciones seguirán su rumbo y con ellas seguiré el mío. Agradezco sus palabras porque suenan verdaderas, y su dolor está, su cabeza se plaga de remordimientos, se inquieta. Le digo nomás que ya sopesé todas las posibles preguntas y respuestas, incluso sin pretender que se apareciera, y sin embargo ahora que me pregunta no me sale mucho otra cosa que el silencio.
 Está enfrente mío buscando una solución, una muestra de lo que yo era que le sirva para recordar quién era usted. Aunque no lo diga directamente, es sabido que busca de mí una palabra que dilucide algo en esta caótica quietud. Pero, ¿qué quiere que le diga? Ya no estoy para engaños, más bien diría que ya ni estoy. Antes de lo que pasó, que es ciertamente trágico, y créame que lo entiendo más que nadie, créame que tuve tiempo de sobra para imaginar que algo así iba a ocurrir y que entonces usted vendría hasta mí con el pelo revuelto y el paso cansado; antes de eso ya había en mí una pieza extraviada en el bolsillo de alguna otra tragedia.
 En cierto punto, que me resulta imposible de rastrear, comenzó mi destierro. Despacito fui alejándome de todo lo que me rodeaba, un tanto por resguardarme, otro tanto por lastimarme. A veces hacemos esas cosas, no sé si a usted le pasó... No siempre actuamos en consecuencia, claro que no. Hubo días con sus noches y los amaneceres siguientes, en los que maté tiempo haciendo todo aquello que no me gusta, caminando a la inversa, que de ninguna manera significa regresar. Es imposible regresar, téngalo siempre presente, y quizá se salve de esperar que los colectivos se salgan del recorrido para volver a casa. Tampoco busque lo que no quiere encontrar, porque es seguro que se le va a aparecer en la primer esquina inesperada. Algo sabía Murphy, aunque no mucho, porque muchas tostadas con manteca se me salvaron.
 No sé por qué le cuento todo esto. Debe ser que necesito que entienda, al menos, cómo llegué hasta aquí y ahora de esta manera. Debe ser que, incluso cuando no me irrita su mirada decepcionada, no quiero que crea que venir hasta mi puerta fue en vano. Porque no me llega esto, pero sé quiénes fuimos, y respeto su preocupación, que en última instancia deja entrever algo de cariño. ¿No es gracioso cómo nos transformamos? Nadie sabe ya a qué distancia nos encontramos, y eso que si estiro mi brazo puedo tocar su cara. No serviría de nada. Le ruego que no le dé más vueltas al asunto. Usted no fracasó. Y yo, mucho menos. Yo ya no pertenezco a este lugar. Y todo lo que surge y explota en mi cara, en realidad no está sucediendo, o al menos no a mí. Conservo mi humanidad, no se haga problema, y aunque dudo de conservar mi cordura, tengo la certeza de tener la mente cada día más lúcida.
 ¿Conoce la salida, o necesita compañía?

1 comentario:

Pingi dijo...

Madre y esclava de tu tiempo, sabemos que nunca una puerta está cerrada del todo. No hay más dirección que hacia adelante, ni mejor día que hoy.