Esa

Me busqué en el espejo;
me encontré
pero no era esa.
Faltaba frescor en la piel,
el lunar en la pera,
¿a dónde me habré ido?
Pero sí, era y soy esa,
la misma de acá
es la otra inversa,
me respondo mímica
instantánea
viceversa
claramente no soy otra que la otra que no es yo sólo por una cuestión de espacio
pero eso ni siquiera, porque el principio de incertidumbre dice que los electrones hacen la suya y entonces, en una de esas, estoy tanto acá como allá, flujo reflejo y atrás los azulejos.
Sin embargo bien sé que no soy esa,
ni la de allá ni la de acá.
No entiendo a dónde me fui,
pregunto por terca:
me rehúso a ser ella
que por sobradas razones no soy.
Rechazo esa cara de pasado sin pisar
esos aires de indiferencia
esa penosa resolución
que es solo insolvencia
esa inconstancia
camuflada de inconciencia
y a todo esto, ¿a dónde mierda me fui?
me increpo con culpa
me insulto con fiereza
estrujo mis labios esperando arrancarlos
y que con ellos se pierda
además de mucha sangre
las frases desacertadas
la falta de tacto
la mera torpeza
el ácido sarcasmo
que no construye y sólo tropieza
esa máscara con que me doy a conocer
sólo es un mecanismo de defensa
porque no soy esa, repito, porque no soy esa
y me arrancaría un ojo pero me da demasiada impresión
y no soportaría alterar tan gravemente la simetría de mi cara
¡qué digo mi cara! no, la de ella
aunque sí le quemaría las pestañas
me arrancaría confesiones perversas
se despojaría de toda vergüenza
el miedo al abismo, a la noche, al apocalipsis zombi, a Del Sel en el Congreso, a la invariable soledad, ese bondi unidireccional al que cada quien está subido y para sólo en la terminal
y le escupiría las manos
y me tiraría de las orejas
y se rompería la nariz
si eso fuese posible
y me despellejaría un trazo de frente en forma de cinta de Moebius
aunque claro, me desmayaría en el intento, porque soy muy minuciosa a la hora de despellejarme y mis tiempos no son los mismos que los de mi circulación, tanto menos de mi aguante
y me sacaría los incisivos con una tenaza preferentemente oxidada
y le llenaría el tórax de clavos hasta convertirme en palo de lluvia
y se haría buches con vinagre de vino,
¡ay, el peor de los dolores!
y me acercaría después a ese fiambre vudú para susurrarle todo mi asco de la forma más elegante que encuentre
para después colgarlo de un perchero a cien pies de elefante de altura
dejándole abajo la cena lista: hoy, el menú de la casa es tu plato preferido (en este caso, una soberana lasaña de carne con boloñesa seguida del más acuciante y pornográfico tiramisú)
y después de tanta saña y ceremonia
me sentaría a comer
no sin antes servirle a ella una generosa porción inalcanzable
y me deleitaría mientras su baba cae sin cesar
hasta que deshidratada, desesperada y descolorida
me diera cuenta que yo sí era ella
y no tendría tiempo ni para pedirme perdón.

1 comentario:

Pingi dijo...

Es ella o vos, eso ya se sabe