Sí, estuve con otro. Otro como tantos. Y,
¿sabés qué? Lo disfruté muchísimo. Me removió algo adentro, quizá sea eso que
llaman juventud, no lo sé, pero todo mi organismo habló, gritó, rugió, gimió, y
yo estaba más mojada que nunca, y mi clítoris deliraba, me temblaban las
piernas, mientras su piel transpirada
aumentaba la temperatura del ambiente. Empañamos los vidrios. Los vecinos
vinieron a quejarse, y entonces nos reímos como niños macabros, y nos lanzamos
de nuevo a la aventura de nuestros cuerpos, recorriendo todos los rincones de
la casa, cagándonos en toda sacralidad. ¡Podés creer que hasta me preguntó qué posición me gustaba! De repente me topé con un tipo que sin siquiera conocerme estaba realmente interesado en que la pasara bien, y eso que yo ya estaba entregada en bandeja, que podía hacerlo maquinalmente como lo hicimos siempre nosotros, para después, al hablar de sexo con mis amigas, no tener otra respuesta que: "Sí, la pasamos bien..." por no conocer que hay otro modo de extasiarse, el compartido. Entonces yo, sí, yo, la que decía ser tuya, la
que juraba y concedía, me arrastré y lo dejé jugar conmigo, me atraganté con
su jugo, puse a su disposición todos mis orificios, le mostré mi máscara más
histérica y putona, esa que por supuesto desconocés, le rogué, me arrastré,
supliqué que me domine, que me muerda, que me chupe, que me arañe, que me
absorba, que cometiese las peores guarradas, que me destrozara por dentro,
mientras Venus aprendía cómo se puede reinventar la carnalidad y el salvajismo.
Yo vibraba alucinada, y me ardía de tanto, y no me picaba ya el rencor, porque
la venganza se come bien caliente querido, desgraciado, imbécil, miserable.
Cuando volví, sola de nuevo, de ese espacio ajeno, y adquirí de nuevo la rutina
de verte, me sentí tan vacía como vos, porque después de cerrar con broche de mierda
el maravilloso trámite del despecho todavía digo tu nombre dormida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario