(A la muchacha Alma de Agua)
Hija de la Luna, de la noche permanente
dormida con el cántaro de los
pájaros nacientes
y el arrullo de esos autos que
corren quién sabe a dónde
dice tu voz niña palabras
tenebrosas
palabras que sienten, palabras
que mienten.
Lobos ladran en esquinas
distantes;
quisieras tener su sangre
salvaje.
Sólo te queda admirar su
vagabundeo brillante
su andar, sus rodeos, su paseo
indiferente
tu mirada inquisidora se guarda
lo más importante
tu sonrisa sólo aflora en el
silencio
en la escucha paciente,
anhelante.
Encontraste hogar entre tanto
sinsentido
arrojada voluntad sin ningún
otro motivo
que hacer fuego la maleza
y tu corazón lleno de fisuras
todavía late con violencia
agotando los últimos minutos de
la madrugada.
Cierren las puertas, bajen las
persianas:
a la hija de la Luna no le hace
falta cura.
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